Pido
ayuda a las mujeres (ellas lo saben bien), suelo pedir ayuda a las mujeres
cuando los intentos de integrarme en un espejo pálido y ojeroso me conducen a
la afirmación: “no sé nada”.
Pido
reconstituirme pero se me escapan los ojos de mis cóncavas (“¡Adiós, adiós!”),
tienen alas, porque mi visión ya no puede ser plural ni tampoco múltiple porque
se ha disuelto en la intuición de que pertenezco a alguna oculta niebla o logia
tan extraterrestre como anquilosáurida.
En
este sentido, hurgo en el significado de mí mismo y no hallo la rotundidad del
ser que, por otra parte, observo en el atajo inmemorial y súbito de la mujer en
su fulgor.
Por
lo tanto destruyo la torpeza dinosauria
de mis ejercicios narcisistas/lénticos sobre el área desmembrada de este azogue
reproductor, me dispongo a contemplar a la mujer en su devenir metafóricamente
puro y verbenal, dejo que mis patillas crezcan, admito que mis alados ojos
pertenezcan a un felino curvo (u otro no yo), mojo mis ventrículos en un
femenino seminal y me limito a aplaudir la santa nocturnidad del encuentro
míxtico desde la postura menos pendular posible.
Publicado en Dulce
Arsénico, 0,1: “Femenino y plural”
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada