Zuleika Pagán y las yugulares
Debo
confesar que cometí una indiscreción cuando hurgué (o mejor dicho, revolví) en
la maleta llena de libros de Carlos Roberto Gómez, editor de Isla Negra,
entonces hospedado en mi propia casa, con la firme intención de apoderarme de
las novedades literarias puertorriqueñas que, seguramente, atesoraría. Esto
ocurría en la primavera del año 2008. Y el instinto no me falló. Encontré tres
o cuatro ejemplares de esta joyita perversa de la poesía joven que es Ankh, de Zuleika Pagán. No hay duda de
que Pagán es una poeta rabiosamente confesional, pero confesional de lo ajeno,
de lo que recrea como fingidora integral; ahí están sus pesadillas en las que han
muerto sus hijos, o sus exquisitas muestras de canibalismo sexual, pero no me
parece que quiera hacer política con su representación de la sexualidad, si es
que no es un acto político tratar de reventar el mundo. La poeta ha aprendido
muy bien de Sade la mesura, la frialdad, el distanciamiento con que deben
tratarse estos temas para no convertirse en un escritor denotativo, fácil,
previsible, idiotizante. Considerar que conviven una persona luminosa y un
monstruo aberrante en el mismo ser humano no deja de ser una forma consoladora
en tanto que moral de rodear un problema central sin afrontarlo realmente.
Es
preciso integrar y mimar a nuestra bestia. En la guerra total a mordiscos del
sexo hay que ser honrados y dejar paso a la violencia. La pasión conduce a la
autonegación, el placer empieza donde iniciamos el abandono de nuestra tediosa
persona normal, o profesional, o municipal. Ya no somos esa basura, ese
esclavo, somos otra clase de carroña, otra clase de desecho, un caníbal
hambriento. Zuleika Pagán es una virtuosa de las técnicas exteriores al propio
lenguaje poético. Su forma de plantear el poema antes de escribirlo resulta una
muestra indudable de pulso firme. Reina sobre las metamorfosis. Sabe plantear
con decisión el soliloquio de un personaje que no es ella. Desvelar quién está
hablando constituye un pequeño misterio con gran poder de captación. En el
poema de la página 38, al borde de la
cama de mi madre, por ejemplo, la poeta se ha convertido en el hijo de una
prostituta (eludo el término más barriobajero), para describir una serie de
impulsos infantiles inconfesables. En el poema de la página 42, abriré mis venas como lotos, la poeta se
ha metamorfoseado en una especie de bruja frenética y suicida con la que
relaciona estrechamente su ideología: el sexo nos une a percepciones telúricas,
y a eso lo han venido a llamar satanismo. Más adelante, se ha transformado en
el realizador de una película snuff.
Creo que a esta técnica, de amplia implantación en la poesía anglosajona desde
Milton, se le llama monólogo dramático.
En el año 2009 aparece otra entrega poética de la autora
de Ankh. Se trata de Zozobra, un libro que mantiene el pulso
cruel de su antecesor, pero que presenta elementos totalmente inversos. Zuleika
Pagán ha cambiado en su poemario suyo más reciente los cuchillos por los
revólveres: se ha sofisticado, si cabe, un poco más. Me figuro que su poesía es
un gran búfalo, fuerte y obsceno, que trata de parar un tren que marcha a toda
velocidad. Este tren, naturalmente, es el de su propia vida. El búfalo siente
miedo pero también cree que podrá con todas las embestidas. He aquí el tema
final de estas cincuenta composiciones: el miedo a la vida, el miedo a las
traiciones de los demás y a las traiciones (o flaquezas) propias. Pero para que
a uno lo traicionen (¡qué decepción la de la niña del poema 23 al comprobar que
el Coco no viene a comérsela!) necesita abrirse a los demás, dejar que le
hieran, le infieran dolor, placer, heridas, inyecciones de palabras: odio,
complicidad, deseo de fusión u homicidio.
Pero han
desaparecido misteriosamente las metamorfosis, los monólogos de alguien que no
era exactamente el autor pero que era utilizado de marioneta. En Zozobra ha terminado la ventriloquía de
los asesinos. Habla, sencillamente, la poeta confesional de su propia vida, y
nos la enseña como un manojo de vísceras aún cálidas. El gran tema del poemario
es la lucha contra el miedo. En la vida se emprenden proyectos (matrimonios,
empresas, hijos, conquistas sexuales), proyectos que pesan y amarran, pero que
deben ser aceptados a toda costa.
Pero
el libro puede comprenderse a la vez como un inventario de defensas, una lista
de elementos que mantengan a raya provisionalmente, a la zozobra que puede
hacer tambalear al búfalo que ha de poder con todo.
Zozobra es más denso que Ankh, menos sorprendente pero mucho más
sabio. Porque el tono ha cambado por completo. Ankh era una celebración de la crueldad, en la estela de los
Artauds y los Batailles. Sin
embargo, la rebeldía a ultranza se mantiene idéntica. La actitud de la
escritora sigue siendo el de un vampiro “con colmillos de leche” que espera,
emboscado, al desprotegido lector en cualquier esquina para seccionarle la
yugular.
(2009)
Andreu Navarra Ordoño
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